El riesgo reputacional se genera cuando las expectativas de los grupos de interés (clientes, accionistas, empleados, inversores, etc.) no son satisfechas, lo cual puede terminar afectando negativamente a las relaciones de negocio actuales o de futuro con ellos.
Para gestionar este tipo de riesgos, hay que entender su naturaleza única. Tiene la singularidad de que depende de una valoración externa y que puede originarse por una gran variedad de fuentes, e incluso derivar de otros riesgos.
Todos los empleados tienen la responsabilidad de custodiar la reputación de la entidad, guiados por diversos manuales de conducta y ética profesional. Por ello es importante la formación y sensibilización de toda la plantilla para crear una fuerte cultura interna preventiva.
A lo largo de 2020 en la entidad se realizaron avances en el modelo de gestión. Se actualizó el mapa de grupos de interés, así como el repertorio de eventos de riesgo reputacional y se desarrolló un indicador global de exposición al riesgo reputacional.
La clave para gestionar estos riesgos reside en su prevención, identificación y control de manera proactiva, a fin de reducir la probabilidad de que ocurran y mitigar su impacto. Para ello la entidad dispone de diferentes herramientas:
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